5. Abstinencia


En 1953 hubo un baby boom en la ciudad de Cuzco. La gente no entendía por qué la fertilidad de la pachamama se manifestó en los vientres de las lugareñas y las calles se inundaron de cochecitos. La respuesta estaba en la farmacia de Camila, tía de Marigú.

Para comprender lo que pasaba por su cabeza cuando se puso a pinchar preservativos con una aguja, hay que apelar a la empatía y entender que ella creía fervientemente que estaba velando por la moral y buenas costumbres para que su ciudad natal no sea condenada como Sodoma y Gomorra. Y es que cuando recibió la primera caja de condones en su negocio, ella vio al primer jinete del Apocalipsis. 

Su establecimiento empezó a vender profilácticos por ley. Y los policías que trabajaban en la comisaría que estaba a la espalda de la farmacia se volvieron clientes regulares. Este hecho alarmó a Camila y le pareció que la única forma de que este libertinaje no pasara desapercibido era hacer que estos pecados cobraran vida y manutención.  

Nunca hubo un reclamo por parte de las fuerzas policiales en contra de la farmacia y tampoco hay registro de una demanda colectiva a la fábrica de preservativos. La única prueba es cómo se movió la aguja en la tasa de natalidad, literalmente. 

Estás ideas del sexo exclusivamente para procrear, acompañadas por el sexto mandamiento*, fueron los cimientos sobre los cuales se construyó la vida sexual de Marigú. Su madre le enseñó que el mejor método anticonceptivo era la abstinencia y que nunca había que ser como esas mujeres que habían pasado por las armas, esas que cuando les dicen que se sienten, se echan. 

Sin embargo la carne es débil y cuando Marigú estaba en pleno despertar sexual, un novio le propuso ir a un telo. Ella se negó y le explicó que su mamá le dijo que en la puerta pedían certificado de matrimonio como requisito para usar las instalaciones. Apenas terminó la frase, se dio cuenta que era tan absurdo como el mito de la vagina dentada.

Finalmente, Marigú tuvo su primera vez antes de casarse. Y no fue movida por el placer sino por un acto de rebeldía para decirle a su madre: Si supones que ya lo hice, entonces lo haré (pero antes revisaré que nadie le haya hecho un agujero al preservativo).





* Aida, mamá de Marigú, usando vincha. Camila (nunca te diré cuál es).


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