8. Excéntricos
La percepción no es la realidad, pero la percepción puede volverse la realidad de una persona. Marigú es dueña de una sensibilidad que llega a incomodarla. Atribuye este rasgo de su personalidad a su signo zodiacal, piscis. Por lo tanto y para poder sobrevivir en este mundo, desarrolló un sistema para protegerse. Se trata de unos cajones imaginarios donde almacena dolores. Cada cajón queda sellado y las llaves están guardadas en medio del océano Pacífico.
Otra de las formas que encontró para esquivar el dolor es transformar la realidad. Es por eso que decidió desenmascarar a los locos y verlos por lo que en verdad son, millonarios excéntricos que protestan en contra del sistema con una propuesta diferente de estilo de vida. Este delirio se apoya en tres evidencias: se visten igual todos los días, evaden impuestos y son inimputables.
Sin embargo, por mucho que intentó creerse ese relato, no fue suficiente. Por esa razón, se hizo voluntaria en un hospital psiquiátrico. Y mientras cortaba el pelo de las pacientes por una epidemia de piojos, eligió pensar que el rapado se puso en tendencia y eran modernas. Otra de las cosas que también eligió creer es que conoció a la novelista Clorinda Matto de Turner y María Antonieta de Austria, internas célebres de la institución.
Una tarde, mientras Marigú caminaba por el mercado, vio a un hombre declarando la independencia del Perú en una esquina. Tan convencido de su discurso que se sintió transportada al 28 de julio del año 1821. Pero al verlo tan delgado y sucio, cayó en cuenta que no era San Martín y fue a comprarle unas manzanas. Cuando se acercó, el hombre la miró ofendido, le arranchó la bolsa de fruta y empezó a arrojarle las manzanas. Mientras Marigú corría, el hombre le gritaba: ¡No estoy loco! Fue en ese momento que ella se dio cuenta que merecía esa reacción porque le había faltado el respeto a un millonario excéntrico.
